La
bioelectrogénesis se podría definir (a grandes rasgos) como la conversión de la
energía química generada por organismos vivos en energía eléctrica. Un ejemplo de esto es el impulso nervioso,
proceso bioeléctrico que fue descrito por primera vez en 1791 por el anatomista
y médico Luiggi Galvani en los músculos y nervios de las patas de una rana. Las
células vegetales también presentan electrogénesis inducida por la luz, además
de algunas criaturas acuáticas (como la anguila eléctrica) y ciertos tipos de
bacterias son capaces de generar corrientes eléctricas que se utilizan en células
de combustible microbianas (tendencia actual de la que hablaré más adelante en esta
entrada).
El cambio de energía química a eléctrica es posible gracias a
dispositivos electroquímicos (células o pilas de combustible) en los cuales la
electricidad se obtiene a partir de una fuente externa que suele ser hidrógeno
o metanol. Es una tecnología
limpia que tiene como único residuo el vapor de agua (para ampliar está
información visiten el blog del Grupo de Bioelectrogénesis del Departamento de Química
de la Universidad de Alcalá de Henares: http://www.bioelectrogenesis.com/).
Como ya he mencionado anteriormente actualmente existen células de combustible
microbianas (MCF) en las cuales, como su nombre indica, se utilizan microorganismos
como oxidadores del combustible (que suele ser materia orgánica) y así
transferir los electrones a través de un material conductor que contiene una
resistencia. Otra posibilidad son las células de combustibles sedimentarias que
consisten en depositar una pila de combustible en un hábitat natural
aprovechando así la energía generada por las comunidades microbianas que
convivan en dicho hábitat.
En conclusión, el término bioelectrogénesis no es nuevo en el mundo científico
aunque sí que lo es (relativamente) la utilización de microorganismos para el
mismo. En la próxima entrada
hablaré de los microorganismos más frecuentemente utilizados en dichas MCF.
Saludos!